Verdades y mentiras en la política dominicana

Por Alfredo Kramarz Pérez*

Hannah Arendt -figura clave en la filosofía del siglo XX- analizó las consecuencias anti-políticas del compromiso con la verdad y se preguntó cómo proteger los hechos “molestos e irritantes” de la ambición del poder. Consideró que la convivencia en una sociedad democrática resultaba imposible cuando las verdades factuales son transformadas en opiniones o, dicho de otro modo, comprendió que sin la verdad de los hechos no hay una realidad común objetiva. Ese espacio de certezas estuvo en riesgo en la República Dominicana.

La isla vivió una etapa ideal para la relectura a contra pelo de Arendt (el extrañamiento siempre es un recurso interesante para pensar). Fueron unos meses en los que la verdad resultó despótica, la mentira militante y la independencia -que no significa equidistancia- un privilegio de unos pocos. Un tiempo convulso que podría resumirse más o menos así: grupos con intereses contrapuestos combatieron por un relato sobre las consecuencias que tendría una reforma constitucional que habilitase al presidente Danilo Medina para un tercer mandato.

Los problemas del yo debilitaron la institucionalidad democrática y desataron una espiral de incertidumbre. El conflicto para el país no era sólo aprobar una reforma constitucional sin contar con mayorías cualificadas en el Congreso de los Diputados, sino perder la ventaja que da una realidad compartida. Se restó credibilidad a los líderes que han modernizado la nación y los fanáticos se dedicaron a hacer la vida imposible a los escépticos. Estalló el relato perverso del tú más que yo y se asumieron con naturalidad deudas con el desencanto.

Después de meses andando sobre el alambre llegó el momento de la templanza. La intervención del presidente Danilo Medina -el pasado 22 de julio- descartando su reelección rebajó la presión y destensó la movilización popular. En su discurso planteó que los opositores/sectores críticos quisieron desmerecer los logros de su gestión y reivindicó “sangre nueva” en el próximo ejecutivo. El partido en el poder (Partido de la Liberación Dominicana-PLD) debe escuchar sus palabras como una puerta entreabierta a la unidad.

En octubre el PLD decidirá su candidato a través de un proceso de primarias y el elegido será el rostro del partido en las elecciones presidenciales que se celebrarán en 2020. Restañar heridas y dejar de estar ensimismados con la vida interna de la organización parecen la única receta con la que recuperar apoyos electorales perdidos.

Todos los focos mediáticos alumbran al expresidente Leonel Fernández. Dispone de una poderosa elocuencia y sabe diferenciar entre verdad, error, ficción y mentira. Logró movilizar a la sociedad civil en rechazo a una posible reforma de la constitución y sus convicciones democráticas son muy apreciadas en los Estados Unidos, Francia, España o México. Cuenta con un equipo de asesores leales y de amplia trayectoria política que se han mantenido a su lado aun estando fuera del poder. En sus redes sociales recomienda un libro los martes de cada semana y a veces se descifra en los títulos sus preocupaciones (en los últimos días de julio sus lecturas giraron alrededor de los llamados “hechos alternativos” o el problema de la posverdad).

Existen dudas razonables sobre quien reunirá los apoyos necesarios para discutir su liderazgo. Quizá un nombre inesperado pueda articular la complejidad actual, pero asumiendo que la suma en política puede restar. Mientras tanto, la oposición (encabezada por el Partido Revolucionario Moderno-PRM) tiene una oportunidad. Le corresponde cautivar a la ciudadanía con un proyecto de país que hable el idioma que olvida la macroeconomía. Atarse al mástil del sentido común será el único modo de desoír el canto de las sirenas.

En este contexto sociopolítico es recomendable ver Chernóbil -serie de éxito coproducida por HBO y SKY- con los ojos de quién se mira en un espejo deformante y todavía se reconoce. El espectador concernido deberá responder una pregunta: ¿Cuánto cuestan las mentiras? Aquellos días de lluvia ácida y toxicidad social, los defensores de la verdad racional (2+2 no eran 4 si el politburó lo decidía) y de la verdad factual estuvieron en peligro. Hay episodios en la historia de las naciones que permiten a los pueblos transformar la imagen de sí mismos y en esos instantes hay que desear suerte/honor a los audaces, porque gracias a su lucha por la verdad sobrevive la libertad.

*Doctor en Humanidades por la Universidad Carlos III de Madrid.

 

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