Por: Leonel.do
Dos décadas de ocupación extranjera habían quebrantado la voluntad de muchos. Después de todo, en ese tiempo nacen y crecen generaciones enteras que andan tras los pasos de quienes los precedieron. Apáticos los mayores, ya en espera del relevo a los que vienen subiendo, fueron muchos los que descartaron cualquier posibilidad de vivir en un país propio, autónomo.
De entre esas turbias maquinaciones aparece la joven figura de Juan Pablo Duarte. Había llegado hacía poco desde el extranjero, tras estudiar y vivir en España, donde se atrevió a despejar las grises vendas que apañaban las miradas de la mayoría de criollos. Se las quitó y se aseguró de que otros hicieran lo mismo. El tiempo y la valentía se encargaron de desencadenar los siguientes eventos que culminaron con la proclamación de la independencia dominicana aquel febrero del 1844.
Una y otra vez la patria amenazaba con perder su fuerza. Los gobiernos intermitentes de Santana y de Báez, la anexión a España, la Guerra de la Restauración, los gobiernos azules y la dictadura de Lilís fueron las numerosas situaciones en que la República parecía ser un sueño perdido, para luego volver a transformarse en una realidad concreta. No fue hasta la primera intervención norteamericana que los gavilleros demostraron en innumerables ocasiones que la estrofa del himno nacional “si fuere mil veces esclava, otras tantas ser libre sabrá” no es simplemente poesía, sino que es una certeza marcada en la conciencia de todos los dominicanos y dominicanas.
Si bien es cierto que tras la salida de los militares norteamericanos del país, se vivió un período de relativa estabilidad, es innegable que la férrea dictadura de Rafael Leónidas Trujillo probaría por enésima vez la voluntad y el patriotismo de los mejores nacionales de su época. Tras otras tres décadas –una vez más se demostró de qué madera están hechos los quisqueyanos valientes. Al estallar la Guerra de Abril del 1965 quedó confirmado que los dominicanos y dominicanas nunca abandonarán el ideal de Duarte, Sánchez y Mella.
Finaliza el siglo XX y comienza otro; estamos en una República constituida hace ciento setenta y dos años por el sueño de un hombre que se atrevió a imaginar una comunidad diferente a la que vivía. Se atrevió a hacer algo al respecto y fue tal su empuje que nadie que escuchara de su boca pronunciar sus ideales podría dudar de que nacería un país: República Dominicana. De todos depende construir día a día esa nación que un día soñó un prócer de la libertad.
¡Que viva la República Dominicana!